martes, 28 de agosto de 2012

El actor sobre el escenario III




La comunicación entre el artista y su público.


"Pero Josefina es la excepción: ama la música y también sabe
comunicarla: es única, y cuando nos deje desaparecerá la música
de nuestra vida, quién sabe hasta cuándo."



Josefina la Cantora. Franz Kafka



Son varios los cuentos de Kafka donde se analiza la figura del arista; "Josefina la cantora", "La construcción" o "El artista del hambre", son los utilizados para este estudio.
Pero es en este primer cuento de Josefina donde se trata de manera especial el vínculo de relación entre el artista y su público.

Josefina canta. Pero su canto no es más que un chillido, un chillido que todo el pueblo es capaz de emitir, y un pueblo además incapaz de apreciar la música o el canto. El pueblo no comprende a Josefina, o si finge comprenderla, ella se apresura a dejar claro que no es así.

Y sin embargo cuando Josefina canta, el pueblo acude masivamente a oírla, la respetan por su canto e incluso la adoran, la buscan, la escuchan. A pesar de que no la comprenden, a pesar de admitir interiormente que Josefina no hace nada particularmente especial, ellos sienten algo con su canto.
Existe pues una comunicación entre Josefina y el público más allá de los simples medios utilizados. En un momento dado Josefina canta y el pueblo escucha, aunque no entiendan, pero sienten. Josefina emite y el pública refleja esa emisión como un espejo.

Esta comunicación imprescindible entre el artista y su público, se basa generalmente en dos conceptos;
la identificación y el juicio.

En la identificación esta el reflejo de la condición humana por medio del personaje representado, y esta identificación puede ser de manera completa o parcial, es decir, el espectador se identifica con el personaje en sí o con una situación o sentimiento en particular.
El carácter del personaje, su voz, su cuerpo, su situación, sus actos, sus dudas, sus miedos... cualquiera de sus detalles puede despertar en el público un reflejo de sus propias similitudes con la escena, haciendo que diversos pensamientos acudan a la mente del espectador; "Esto me ha ocurrido a mi", "Esto también lo temo yo", "¿Que haría yo en su lugar?"... etc. De esta manera si el personaje sufre, el espectador sufre. Si el personaje duda, el espectador duda. Si el personaje siente ira, el espectador también, y así sucesivamente.

Es por tanto mediante la identificación que podemos conseguir una comunicación frente al público más directa y clara. Abrimos una vía de comunicación en la que el espectador simplemente siente lo mismo que el personaje.


¿Pero que ocurre si lo que queremos es algo mas complejo?, ir algo más allá de la mera transmisión de sentimientos, provocar una respuesta emocional única, impredecible y particular a cada espectador.


Entramos de esta manera en el terreno del juicio. Un actor nunca juzgará a su personaje, el público lo hará por él.
El personaje se define en si mismo como una criatura con sus objetivos establecidos, sus deseos, sus miedos, su moralidad, sus ideas... todo al servicio de lo que representa como personaje. Por contra, el público, se trata de seres humanos reales, cuya relación con otros seres humanos es real y trae consecuencias.

En este aspecto no debemos olvidar señalar lo peculiar que es el teatro. Un escenario es un lugar maravilloso al servicio de la fantasía. Un espacio virtual controlado, cuyas directrices están pactadas y sus consecuencias no son reales y se esfuman al terminar la obra.

Sobre este planteamiento, ¿Que situaciones queremos llevar a la escena?. ¿El amor?, ¿la muerte?, ¿los celos?, ¿la ira?, ¿la traición?, ¿la manipulación?... cualquiera de estas situaciones llevadas a escena carece de consecuencias reales en la sociedad. Y sin embargo el público las sentirá como tales. En su vulnerable posición de espectador pasivo, el público es enfrentado a emociones y sentimientos que removerán sus ideas y sus bases de moralidad, provocando una respuesta emocional involuntaria.
Pasamos de la mera identificación a juzgar dentro de nuestras expectativas sociales lo que esta ocurriendo en el escenario.



Llegados a este punto, si la sociedad actual no tiene reparos en juzgar o defender hasta la saciedad a sus propios congéneres reales, ¿Qué no seremos capaces de adjudicar a personajes ficticios que ni sienten ni padecen?.
Y si durante el avance de la escena nuestro punto de vista cambia, ¿Hasta que punto podremos arrepentirnos por haberlos fustigado?.

La escena teatral se convierte en un experimento social que permite al público investigar sus propios sentimientos y emociones sin consecuencias reales sobre su vida diaria.


Como conclusión se puede decir que en el proceso de comunicación artística entre el actor y su público, la identificación "conmueve", mientras que el juicio "remueve". Utilizar estas herramientas como foco de atención para provocar una respuesta concreta en el espectador queda en manos del artista.





El foco de atención. 
Marilú Casas

martes, 14 de agosto de 2012

El actor sobre el escenario II




· El artista y las emociones.


"Si se me pidiera que definiera en pocas palabras el término
arte, lo llamaría la reproducción de lo que los sentidos perciben en
la naturaleza a través del velo del alma"


Edgar Allan Poe


Normalmente llamamos arte al proceso mediante el cual los seres humanos expresamos ideas, emociones o sentimientos en general, y una visión del mundo que nos rodea a través de recursos plásticos, lingüísticos, sonoros, escénicos, multimedia... etc.
Entendemos entonces que para que se pueda dar el arte son precisos tres elementos; primero de todo un artista, (o varios) dispuesto a compartir o comunicar una experiencia emocional concreta a un segundo elemento; un público, mediante un canal o medio de comunicación establecido entre ambos, el cual sería el tercer elemento de nuestra ecuación artística; es decir, la obra de arte.

Encontramos estos elementos más o menos presentes en toda experiencia artística, desde el pintor que transmite al resto del mundo mediante sus pinturas, el músico o cantante que se comunica con sus oyentes mediante la música, el poeta y el escritor que plasman sus ideas mediante palabras dirigidas a sus lectores... etc. En el caso del teatro los elementos están claramente definidos entre el actor, su publico y la obra teatral que los pone en contacto.

¿Por que es más importante en el caso teatral la existencia de estos tres elementos?. Mientras que un cuadro, una canción, un libro pueden existir en sí mismos sin ser continuamente interpretados, la obra teatral como experiencia artística sólo se da en el momento de la actuación.

Llegados a este punto tenemos que hacer dos aclaraciones que pueden llevar a equivoco. Primero, podríamos entender que el libreto escrito por parte del dramaturgo supone en sí mismo una obra artística terminada. Pero no olvidemos que esa es una idea actual, propia de la reivindicación de los derechos de autor, ya que históricamente el autor se desprendía de su obra en el momento en que era vendida, y luego ésta solía ser fruto de numerosas modificaciones, a tenor de las necesidades o los caprichos de los actores y las circunstancias. Se plantea entonces el texto dramático como una herramienta más del trabajo actoral, maravillosa y respetable sí, pero unas meras directrices en el proceso creador.

En segundo lugar, es preciso señalar el carácter único e irrepetible de la experiencia teatral.
En una época como la nuestra donde todo se copia, duplica y almacena, cada representación teatral es una experiencia única para cada espectador y en cada función. La obra nunca será la misma, incluso en las representaciones más meticulosas y medidas, siempre habrá algo distinto, algo que la diferencie de la anterior, un momento en directo que no volverá a repetirse.
No deja de ser curioso como en esta sociedad bombardeada de estímulos multimedia y de experiencias estéticas clónicas y prefabricadas, el público parece volver poco a poco a la experiencia del directo, del instante saboreado que sólo puede almacenarse en la memoria personal.


Frente a esta situación en la que se encuentra el actor, de necesidad de creación continua, me remito a un ejercicio sencillo presente en la mayoría de los talleres de teatro en los que he participado:

Reunidos todos los alumnos en un ambiente calmado, se les enfrenta a una duda concreta sobre el arte actoral; 

"¿Cual es la principal herramienta del actor?"

Las primeras reacciones suelen ser rápidas. Quien más quien menos, cada uno de los asistentes acude a las clases de teatro con el objetivo de mejorar o iniciarse en una parte concreta de su actuación, algo en lo que ya se ha parado a pensar, de modo que se suceden muchas respuestas variadas; "el cuerpo", "la voz", "el texto", "el personaje", "el movimiento"...
Ante la negativa, las respuestas van disminuyendo hasta que una mano dudosa (a veces ninguna), se alza y dice: ... "¿Las emociones?".

Son efectivamente las emociones la principal herramienta del actor, y en realidad la de cualquier artista. 

El actor no es más que un ser emocional, que se apoya en diferentes recursos (cuerpo, voz, texto, caracterización...) para hacer llegar esas emociones al espectador y provocar en él una respuesta a veces inesperada.

Sin emociones, cualquier experiencia teatral resultaría vacía e inútil. Por mucho que estuviera rodeada de toda la parafernalia escénica imaginable, si los actores no están transmitiendo una carga emocional aunque sea mínima, la representación no tendría más valor artístico que un vulgar adorno prefabricado. Más o menos bonito visualmente, pero irrelevante.



El foco de atención
Marilú Casas